Comenzaba el día como cualquier otra chica. Iba a la escuela, se aburría, molestaba, dormía, charlaba con sus compañeros.
En los recreos escuchaba música, o a veces daba vueltas para encontrarse con gente conocida y ponerse a hablar un rato. Tenía sueños y aspiraciones, como todos los demás. Tenía malas notas, pero era muy inteligente. Le gustaba el arte, la música y los libros. Tenía amigas que la amaban mucho, sin embargo ella pensaba que no era así. Le gustaba un chico, estaba con él, la quería mucho, sin embargo ella pensaba que no era así. Tenía una familia que la amaba y la apoyaba en todo, sin embargo ella pensaba que no era así.
Su vida era la de una adolescente normal, dentro de todo. Realizaba casi las mismas actividades que todas las demás. Pero cuando llegaba a casa todo era diferente. La comida estaba servida en la mesa, Su mamá la preparaba y se iba a trabajar. Su padre no vivía con ella. Su hermana no estaba en casa. Se sentaba en la mesa, frente al plato de comida. Carne, puré, ensalada, tal vez.. Pero no importaba lo que había, lo comía con todas sus ansias, y luego agregaba más y más cosas a su plato, hasta que ya no le entraba nada más. Luego se paraba, iba a su pieza, se acostaba en la cama y miraba al techo. Se levantaba de golpe, se miraba al espejo. Levantaba su ropa lentamente, se miraba la panza, las piernas, los cachetes. De pronto las lágrimas comenzaban a salir de sus ojos, y caían rápidamente para luego morir en el piso. Cerraba los puños y apretaba con fuerza, dejándo salir un fuerte grito de insatisfacción. Abría sus manos lentamente, apretaba fuertemente con sus manos la grasa que le sobraba de la panza, de los brazos, y de las piernas. Seguía mirándose al espejo con cara de desprecio, odio y repugnancia. Abría uno de sus cajones, sacaba una tijera y se autoflagelaba sin piedad, lastimando todo su cuerpo, dejando caer la sangre al piso. Con una toalla se sostenía para que la sangre no saliera tanto, y para que el dolor no fuera tan fuerte. Se tiraba al piso, lloraba, gritaba, sufría. Ya no hacía lo mismo que todas las chicas de su edad. Cuando la sangre terminaba de salir y el dolor era cada vez menor, se paraba y se miraba nuevamente al espejo. Volvía a llorar. Volvía a mirarse con desprecio y repugnancia. Se dirigía hacia el baño. Se agachaba y ponía su cabeza en el inodoro. Llevaba los dedos hacia su garganta, los introducía con fuerza, hasta que el vómito comenzaba a salir. Se presionaba la panza con fuerza, y el dolor de cabeza era insoportable, sin embargo seguía haciendo fuerza, cada vez más. Vomitaba hasta que ya no salía nada más de ninguna manera. Vomitaba hasta que sólo salía saliva, jugos gástricos, y muchas veces sangre.
Así, su vida transcurría 'aparentemente' como la de una chica común y corriente. La gente la veía como alguien común, por fuera era una, por dentro era otra. Cuando estaba acompañada por alguien era una, cuando estaba sola era otra.
Entre vómitos, mareo y tristeza fue creciendo, fueron pasando los años. Sólo le importaba adelgazar cada vez más. Ya no le importaba la música, ni el arte, ni los libros, ni sus amigas, ni su chico. Ya no le importaba nada más que verse delgada frente al espejo. Y siguió así. No paró nunca. Hasta que un día despertó en otro lugar, era diferente, muy distinto a su hogar. Había mucha comida, pero esta tenía una cualidad muy particular. No contenía grasas, ni proteínas, ni vitaminas, ni NADA. Era todo el sabor que siempre había soñado, y no engordaba. Por primera vez no necesitaba vomitar luego de comer. Por primera vez estaba contenta y feliz. Pero ya no importaba, porque allí todo era distinto. En el aquel Paraíso no existía la gordura, pero ya nada sería como antes.
Tal vez si sus padres se hubieran dado cuenta, sus amigos, su chico, ALGUIEN.. Todo hubiera sido diferente, la podrían haber ayudado. Pero ya era tarde. Su cuerpo yacía ya sin esperanzas en una cama. Su cama. La misma en la que había llorado sosteniéndose la toalla fuerte contra su cuerpo para que la sangre no saliera tanto. La misma en la que dormía todos los días. Esa cama que siempre la acompañó, y que ahora ya no iba a poder acompañarla NUNCA MAS.
No lo leí todo, pero es de una bulímica eh? Te juro que estaba por escribir uno así!; paaaaaa no puedo creerlo
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